Por Montserrat Boix
23 de noviembre de 2011
En el inicio del debate electoral hace pocos días entre Mariano Rajoy y Alfredo Pérez Rubalcaba ambos candidatos dieron las condolencias a la familia del soldado español fallecido en Afganistán pero ninguno de los dos recordó a las más de 50 mujeres muertas sólo este año víctimas de la violencia de género. Es solo la punta del iceberg. La política es el reflejo de una sociedad que todavía vive con excesiva “normalidad” y sin sobresalto la violencia cotidiana que se ejerce sobre las mujeres, una sociedad que a pesar de los avances legislativos en relación al reconocimiento de los derechos de las mujeres sigue anclada en la desigualdad, origen de la violencia patriarcal.
La utilización indiscriminada de la violencia sexista como espectáculo en los medios de comunicación, especialmente en las televisiones generalistas privadas en horarios de máxima audiencia, no es ajena a esta situación, pero no solo.
La violencia simbólica contra las mujeres y los estereotipos sexistas que siguen invadiendo las series de ficción televisivas y el cine generan un imaginario colectivo difícil de desmontar sin un trabajo arduo que debe iniciarse en las escuelas. La Ley Integral contra la Violencia de Género aprobada en el 2004 contempla un desarrollo específico en educación que siete años más tarde apenas se ha iniciado.
La situación actual se complica además por el rearme del machismo como reacción a los avances democráticos e igualitarios logrados al menos en el ámbito legal en materia de igualdad sexual. Un discurso que minimiza la violencia de género y que sitúa a los hombres como discriminados por estos avances. La historia demuestra que cada vez que las mujeres han dado un salto adelante, se ha producido una reacción en contra de esos avances. En los últimos años, el discurso reaccionario en contra de los avances en igualdad se ha instalado en numerosos medios de comunicación y tiene ruidosos portavoces jaleados por no pocos adeptos.
Hace pocos días en unas jornadas sobre Violencia de Género y Comunicación, el Consejero de Interior del Gobierno Vasco, Rodolfo Ares, destacó el papel de los periodistas frente al terrorismo ETA al encender la chispa de la resistencia cívica y arrinconar a los terroristas, y pidió a esos mismos periodistas su apoyo para erradicar el “terrorismo machista”.
Frente a los intereses económicos de las grandes corporaciones mediáticas que sacan rendimiento al dolor de las mujeres con productos basura cada vez más inaceptables no cabe nuestra pasividad. No todo vale. El límite está en el respeto a los derechos humanos. Y la sociedad tiene la obligación de asumir el compromiso de exigirlo.
La internet, sirve de altavoz y es importante aliada desde hace tiempo. La red ha permitido en España visibilizar con nombres y apellidos a las víctimas de violencia de género cuando no existían cálculos oficiales —la primera lista data de 1999 publicada con informaciones recogidas a través de los espacios de sucesos de la prensa por la Federación de Asociación de Mujeres Separadas y Divorciadas que dirige Ana María Pérez del Campo— y ha ayudado a realizar campañas internacionales como la denuncia contra los feminicidios en Ciudad Juárez (México).
Una de los últimos ejemplos ha sido en relación a la emisión en el programa de Tele 5 La noria de una entrevista previo pago a la madre de El Cuco condenado por un tribunal de menores por encubrimiento del crimen de Marta del Castillo. La presión ciudadana visible a través de las redes sociales ha sido fundamental para que las empresas anunciantes decidieran retirar su publicidad. Un caso en el que, por cierto, se ha invisibilizado el problema de fondo: de violencia de género. El móvil del crimen fue sexual —Francisco de Asís Molina, el juez de Instrucción número 4 de Sevilla que investiga la desaparición y su presunto asesinato considera que Miguel Carcaño y el menor conocido como El Cuco violaron, estrangularon y mataron a la joven por negarse ésta a darle un beso al asesino confeso— aunque no entra dentro del ámbito de la pareja y por tanto no puede aplicarse la Ley Integral contra la Violencia de Género. Como señala la filósofa Ana de Miguel, hay que dedicar tiempo a pensar cómo se reproducen la desigualdad sexual en nuestras sociedades formalmente igualitarias.
Y hay que actuar para impedir que más de 70 mujeres mueran al año asesinadas por sus parejas o ex-parejas, para proteger a las más de 100.000 mujeres que cada año, además de desarrollar una imprescindible política de prevención.
Para ello es imprescindible la formación y sobre todo, el cumplimiento de las leyes.
La legislación española desarrollada en estos últimos años —La Ley Integral contra la Violencia de Género (2004) y la Ley de Igualdad (2007)— ha servido como referencia internacional y como modelo de actuación, muestra de la implicación de las instituciones en la lucha contra la desigualdad entre hombres y mujeres que es imprescindible corregir.
Estas leyes, aunque mejorables sin duda, marcan un punto de partida al que no podemos renunciar. Son sin duda los primeros pasos de un largo camino que todavía nos queda por hacer. La discriminación de las mujeres es cómplice permanente en los casos de violencia de género. La sociedad no puede seguir mirando hacia otro lado.
Que se cumpla la ley... ahora, que todavía la tenemos. Porque las muertas de segunda ya no son admisibles en democracia.
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